El próximo domingo 17 de agosto, los cerros tucumanos volverán a ser el escenario de una peregrinación ciclística sin igual. Como cada año, el Rally Trasmontaña de mountain bikereunirá a miles de bikers de todo el país -y también del extranjero- en una de las competencias más emblemáticas del calendario nacional. No será una carrera más: para muchos, será su bautismo de fuego. Para otros, la confirmación de que esta competencia sigue siendo ese evento capaz de poner a prueba la preparación, el temple y la pasión por el mountain bike.

Correr el Trasmontaña es mucho más que completar un trazado en pareja. Es atravesar un recorrido tan exigente como espectacular, donde la naturaleza ofrece paisajes de postal, descensos vertiginosos, trepadas eternas, terrenos técnicos y una montaña siempre dispuesta a imponer condiciones. Por eso, llegar a la meta es, para la gran mayoría, el verdadero objetivo. Y saber cómo hacerlo puede marcar la diferencia entre una experiencia inolvidable y una frustración prematura.

Uno de los que mejor conoce los secretos de esta competencia es Sebastián Quiroga, cuatro veces campeón argentino y uno de los históricos del mountain bike nacional. “Tatano”, como se lo conoce en el ambiente, ganó seis veces la clasificación general del Trasmontaña, solo superado por el bonaerense Luciano Caraccioli, con siete coronas, y empatado con el concepcionense Darío Gasco. Hoy, además de competir, cumple el rol de coach profesional con más de 30 años de experiencia en entrenamiento de resistencia y se dedica a preparar a otros para enfrentar este gran desafío.

Cambios en la largada

“El circuito, como siempre, es muy exigente”, advierte Quiroga. Y este año, la exigencia vendrá con novedades. A diferencia de ediciones anteriores, la largada no será en descenso por la Calle 15 de San Javier. “Ahora se larga en subida. No es muy pronunciada, pero cambia la dinámica. Permite hacer un ritmo más constante desde el arranque, que antes no se podía por el descenso inicial. Esta vez se sale fuerte, con una intensidad que ya se va a mantener durante casi toda la carrera”, explica.

El recorrido de esta edición tendrá una extensión de 41,5 kilómetros, cinco menos que en 2024, aunque eso no significa que será más liviano. De hecho, todo indica lo contrario. “Tiene más altimetría. Se incorporó una zona nueva llamada la ‘U de Olivia’, después del Rulo, que lo hace más duro, sobre todo en las trepadas. Desde el punto de vista físico será más exigente. Técnicamente se mantiene, aunque ya no esté la bajada de la Calle 15. Hay otras bajadas complicadas, como la del Telégrafo hacia el Río Muerto”, detalla el múltiple campeón.

Con ese panorama, cada detalle cuenta. Y uno de los aspectos clave está en la transmisión de la bicicleta. “Hay que usar monoplato. Los principiantes deberían llevar uno de 30 dientes, los de nivel medio uno de 32, los avanzados 34 y los de élite 36. Siempre acompañado de un piñón grande atrás, de entre 50 y 52 dientes. Esto permite hacer más uniforme el esfuerzo a lo largo de toda la carrera”, sugiere Quiroga.

Cubiertas con talón alto

Las cubiertas también merecen especial atención: “Lo ideal es usar cubiertas con talón alto, de entre 2.2 y 2.4 pulgadas de ancho, según la preferencia del biker. Y la presión debe estar entre 22 y 25 psi. Si está muy alta, la rueda tracciona menos y rebota más, lo que te quita control. Igual, siempre hay que tener en cuenta el peso del corredor para ajustar esa presión”.

Claro que la preparación no comienza en el punto de largada. Los días previos pueden ser determinantes. “Es clave tener todo listo el día anterior. Organizar la indumentaria: zapatillas, medias, guantes, calza, camiseta, casco, gafas, chaleco, rompeviento, campera, mangas y piernas de ciclismo. También dejar preparadas las caramañolas, los geles y las bebidas deportivas. Y revisar la bici: frenos, cambios, suspensión, lubricación de la cadena. No hay que dejar nada librado al azar”, recomienda.

Alimentación

En cuanto a la alimentación, la planificación también tiene sus reglas. “El sábado hay que comer bien: desayuno, almuerzo, merienda y colaciones, con un 50 o 60% de carbohidratos simples y complejos, para asegurar una buena carga de glucógeno. La cena debe ser más liviana, para no interferir en el descanso. Y hay que hidratarse mucho durante todo el día. Es fundamental evitar estar mucho tiempo parado o haciendo actividades que generen fatiga física o mental”, señala el biker de 46 años, autor de dos libros sobre entrenamiento de ciclismo.

Finalmente, está el factor emocional. Porque por más datos técnicos, estrategias y consejos que se acumulen, nada reemplaza la sensación de estar en la línea de largada del Trasmontaña. Los nervios, la adrenalina, el murmullo entre parejas, el crujir de los pedales, el conteo regresivo... y luego el impulso colectivo que arrastra hacia las sendas, hacia el polvo, hacia el reto.

El Trasmontaña es una fiesta, sí. Pero es una fiesta dura. Es el punto de encuentro de quienes eligieron el mountain bike como forma de vida. Es una carrera donde la solidaridad entre parejas muchas veces es más valiosa que el cronómetro. Donde los tropiezos se superan en equipo y cada kilómetro es una historia compartida.

Y eso es lo que convierte al Trasmontaña en algo más que una competencia. Es una ceremonia de iniciación para los que llegan por primera vez. Un ritual de renovación para los que ya lo vivieron y quieren volver a sentirlo. Es también una prueba de carácter, de preparación, de amor por el deporte. Porque no importa si se llega en las primeras posiciones o con las últimas fuerzas del cuerpo: cruzar la meta es, siempre, una victoria.

Empieza la cuenta regresiva. El 17 de agosto está marcado en rojo en el calendario de miles de bikers, porque el Trasmontaña no se corre, se vive.